“Gracias por discutir” es un libro de Jay Heinrichs que se centra en el arte de la persuasión y la retórica. El libro enseña cómo discutir sin ira y cómo utilizar la retórica para resolver problemas y dirimir diferencias.
El autor distingue entre luchar y discutir. En una lucha, los contendientes intentan vencer, mientras que en una discusión, intentan resolver problemas y dirimir diferencias. Heinrichs argumenta que las estrategias más elocuentes y sutiles conducen a un compromiso a largo plazo.
El libro está lleno de anécdotas cotidianas del propio autor, historias de grandes personajes de la vida política e intelectual, y ejemplos de los mejores capítulos de Los Simpsons. En resumen, “Gracias por discutir” ofrece una guía práctica y accesible para comunicar ideas de manera efectiva.
El libro ha sido traducido a 11 idiomas y se enseña en miles de cursos universitarios y de Derecho. Gracias a los educadores, llegó a ser un best seller de educación del New York Time1. En una época de noticias falsas, política estrafalaria y comunidades y campus invadidos por el pensamiento grupal, la retórica ofrece una salida.
Los griegos antiguos conocían la diferencia en la vida real entre luchar y discutir. Hemos de distinguir la argumentación retórica de los intercambios de acusaciones y las riñas al estilo de “él dijo, ella dijo” que definen los conflictos en la actualidad.
En una lucha, los contendientes intentan vencer. En una discusión, intentan resolver problemas y dirimir diferencias. La distinción puede determinar la supervivencia de un matrimonio, como demostró en las décadas de 1980 y 1990 el célebre psicólogo investigador John Gottman.
Gottman descubrió que las parejas que habían seguido casadas durante esos nueve años discutían prácticamente lo mismo que las que habían acabado en divorcio. Sin embargo, las parejas que permanecían casadas parecían utilizar sus disputas para resolver problemas y dirimir diferencias. Mostraban fe en el desenlace.
Por su parte, las parejas condenadas al fracaso usaban sus sesiones para atacarse mutuamente. La discusión suponía para ellas un problema, no un medio para una solución. Las felices discutían. Las infelices luchaban.
Sin duda, los bocazas agresivos logran con frecuencia victorias temporales mediante la intimidación o, simplemente, hablándonos hasta el agotamiento, pero las estrategias más elocuentes y sutiles conducen a un compromiso a largo plazo.
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