¿Calificación o aprendizaje? Educar para comprender, no solo para aprobar

Cuando el valor del conocimiento supera al número en el boletín, la educación cumple su verdadero propósito.

Resumen

Esta reflexión pedagógica invita a los padres de familia a reconsiderar el sentido de la educación en la vida de sus hijos, diferenciando entre aprender para obtener calificaciones y aprender para comprender. Se plantea que el énfasis excesivo en las notas puede desvirtuar el proceso educativo, generando miedo al error y reduciendo la motivación intrínseca. En cambio, se defiende una educación centrada en el desarrollo del pensamiento crítico, la curiosidad y la comprensión significativa. Basada en los aportes de Freire, Vygotsky y Gardner, la reflexión subraya que el verdadero aprendizaje transforma la mente y el corazón, más allá de cualquier calificación numérica.

Palabras clave: aprendizaje significativo, calificaciones, motivación, pensamiento crítico, educación familiar

Desarrollo

Educar no debería reducirse a la obtención de una nota, sino a la construcción de un pensamiento crítico, curioso y reflexivo. Sin embargo, muchos niños y jóvenes acuden a la escuela motivados más por el puntaje que por el deseo de aprender, lo cual transforma el sentido de la educación. Cuando el énfasis se centra en la calificación, el aprendizaje se vuelve mecánico, repetitivo y superficial; el conocimiento deja de tener significado personal y se convierte en una obligación temporal.

Los padres juegan un papel esencial en esta dinámica. Cuando valoran más los “10” que el proceso, enseñan sin querer que el fin justifica los medios, y que el saber solo tiene valor si viene acompañado de una buena nota. En cambio, cuando se celebra el esfuerzo, la constancia y la curiosidad, los niños comprenden que aprender es una experiencia de crecimiento interior, un camino que no termina con el examen ni con el boletín.

El pedagogo Paulo Freire sostenía que “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” (Freire, 1996). Esa transformación no ocurre con la simple acumulación de datos, sino con el entendimiento profundo, con la capacidad de preguntar, dudar y reconstruir el saber. El verdadero aprendizaje impulsa a los estudiantes a pensar por sí mismos, no a repetir lo que el profesor dice o lo que el examen exige.

La obsesión por las notas crea miedo al error y reduce la creatividad. Un alumno que teme equivocarse difícilmente se atreverá a experimentar. El error es parte esencial del aprendizaje, no un fracaso, sino una oportunidad para comprender mejor. En este sentido, Vygotsky (1979) recordaba que el aprendizaje genuino ocurre en la interacción, en el acompañamiento del adulto que guía y no castiga, que inspira y no presiona.

Ir a clases “para sacar buena nota” es una meta corta; ir a clases “para aprender” es una visión de vida. La diferencia entre ambas es la profundidad del propósito: una busca aprobación, la otra busca comprensión. Educar es sembrar pensamiento, no solo evaluar resultados. Por ello, los padres deben recordar que la mejor herencia no es una libreta llena de dieces, sino un hijo capaz de pensar, sentir y aprender por sí mismo.

Como afirma Gardner (1993), “la educación debe ayudarnos a usar nuestras mentes bien, no solo a llenar nuestras cabezas”. En ese sentido, cuando los padres apoyan el aprendizaje auténtico, están formando ciudadanos reflexivos, autónomos y solidarios; no solo estudiantes exitosos, sino personas íntegras.

Aprender es mucho más que aprobar. La verdadera educación no se mide en cifras, sino en la capacidad de transformar la vida y comprender el mundo con ojos propios.

Conclusiones

La educación auténtica no se refleja en el boletín de calificaciones, sino en la forma en que los niños comprenden, reflexionan y aplican lo aprendido. El aprendizaje significativo surge cuando el estudiante se siente libre para explorar, preguntar y equivocarse sin miedo. Los padres, al priorizar el proceso sobre el resultado, contribuyen a formar hijos más seguros, autónomos y comprometidos con su propio crecimiento.

El reto contemporáneo consiste en redefinir el éxito escolar, desplazando la mirada de la nota hacia el pensamiento. Educar no es instruir para aprobar, sino formar para comprender, crear y transformar. Solo así la escuela cumplirá su propósito humano y social: hacer del conocimiento un acto de libertad.

Referencias bibliográficas

  • Freire, P. (1996). Pedagogía de la autonomía: Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo XXI Editores.

  • Vygotsky, L. S. (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Grijalbo.

  • Gardner, H. (1993). La mente no escolarizada: Cómo piensan los niños y cómo deberían enseñar las escuelas. Paidós.

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Gualberto Tein

Pedagogo, miembro de la comunidad Microsoft Partners in Learning/Microsoft Partner Network y Open Source Initiative. Especialista en Seguridad Informática, Tecnología Educativa, Gestión y Diseño de Proyectos Educativos.

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Este blog articula una serie de reflexiones en torno a las Ciencias de la Educación, con el propósito de fomentar un análisis crítico que redunde en la optimización de la calidad educativa. Se aspira a que estas consideraciones, concebidas como una modesta contribución, puedan coadyuvar a la construcción de un futuro más promisorio, objetivo compartido por la comunidad educativa.

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