El juego genera beneficios físicos, cognoscitivos y psicosociales. Los cambios en los tipos de juego que practican los niños reflejan el desarrollo cognoscitivo y social.
De acuerdo con Smilansky, los niños progresan cognoscitivamente del juego funcional al juego constructivo, al juego dramático y luego a los juegos formales con reglas. El juego dramático se vuelve cada vez más común durante la niñez temprana y ayuda a los niños a desarrollar habilidades sociales y cognoscitivas. El juego rudo también empieza en la niñez temprana.
De acuerdo con Parten, el juego incrementa su grado de sociabilidad durante la niñez temprana. Sin embargo, la investigación posterior descubrió que el juego no social no necesariamente es inmaduro.
Los niños prefieren jugar con otros niños de su sexo, y lo hacen de manera más social.
Los aspectos cognoscitivos y sociales del juego son influidos por los ambientes aprobados por la cultura que los adultos crean para los niños.
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