Perder lápices, borradores u otros útiles escolares es un hecho común entre niños de primer grado. Esta situación, que puede parecer insignificante o incluso molesta para algunos padres, tiene un trasfondo importante relacionado con el desarrollo de habilidades ejecutivas y hábitos de responsabilidad. La manera en que los adultos reaccionan ante estas pérdidas influye directamente en el desarrollo emocional, la autoestima y la autonomía del niño.
A los seis años, los niños aún están desarrollando capacidades básicas como la atención sostenida, la organización y la memoria de trabajo (Diamond, 2013). Por lo tanto, perder lápices no es un signo de desinterés o negligencia, sino un reflejo de una etapa de desarrollo en la que aún no han adquirido por completo el control de sus pertenencias.
La primera recomendación para los padres es actuar con empatía y comprensión. Según Siegel y Bryson (2011), el cerebro infantil necesita sentirse seguro para aprender, y el castigo o la crítica excesiva pueden generar ansiedad e inseguridad. En vez de reproches como “otra vez lo perdiste”, es más efectivo preguntar: “¿Recuerdas cuándo lo usaste por última vez?” o “¿Qué crees que podemos hacer para que no se vuelva a perder?”. Estas preguntas activan el pensamiento reflexivo y promueven la autorregulación emocional.
Fomentar rutinas diarias de revisión y orden es clave para formar hábitos duraderos. Ayudar al niño a organizar su estuche, revisar su mochila juntos al regresar a casa y usar etiquetas con su nombre en los lápices son prácticas recomendadas por expertos en psicología educativa (Morin, 2019). Estos hábitos no sólo previenen pérdidas, sino que también enseñan constancia y sentido de pertenencia.
Otra estrategia útil es promover la responsabilidad sin castigo. Por ejemplo, si el niño ha perdido su lápiz, puede pedir uno prestado en clase o asumir una pequeña consecuencia, como usar uno más corto o sin goma. Según Montessori (1967), los errores son oportunidades de aprendizaje cuando se abordan con serenidad y guía adulta.
Además, es fundamental reforzar los avances, no sólo señalar los errores. Si el niño ha mantenido sus lápices una semana sin perderlos, reconocer ese logro fortalece su autoestima y su motivación para seguir mejorando. Esto coincide con los hallazgos de Epstein (2001), quien subraya que el refuerzo positivo es más efectivo que la crítica para formar conductas responsables.
En resumen, cuando los niños pierden lápices en primer grado, los padres deben evitar la frustración y adoptar un enfoque pedagógico centrado en la paciencia, la guía práctica y el refuerzo positivo. Esta etapa de la vida escolar es ideal para construir hábitos organizativos y emocionales duraderos, siempre que se les acompañe desde una perspectiva comprensiva y educativa.
Bibliografía
Diamond, A. (2013). Executive functions. Annual Review of Psychology, 64, 135-168.
Epstein, J. L. (2001). School, family, and community partnerships: Preparing educators and improving schools. Westview Press.
Montessori, M. (1967). The absorbent mind. Holt, Rinehart and Winston.
Morin, A. (2019). 13 Things Mentally Strong Parents Don’t Do. Harper Wave.
Siegel, D. J., & Bryson, T. P. (2011). The Whole-Brain Child: 12 Revolutionary Strategies to Nurture Your Child’s Developing Mind. Delacorte Press.