Durante la historia, el concepto de inteligencia ha ido cambiando frecuentemente, pero es en los últimos tiempos cuando ha evolucionado enormemente.
La inteligencia ha tenido múltiples definiciones, entre otras muchas podemos considerar:
- «La capacidad de entender, resolver problemas y superar los obstáculos que se presentan».
- «La capacidad de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una o más culturas».
- «La capacidad mental que implica la habilidad de razonar, plantear y resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas y aprender rápidamente de la experiencia propia y ajena».
En el fondo, y huyendo de la literalidad, ser inteligente implica tener la capacidad de prever, comprender y superar los problemas que se nos presentan en el día a día.
Medición de la inteligencia
Definir la inteligencia implica divergencias y dificultades, pero el objetivo de medirla ha sido siempre muy deseado, pues permitiría valorar este parámetro y daría la posibilidad de conocer mejor el potencial de cada persona.
Cociente de inteligencia
La dificultad para medir la inteligencia viene de lejos. No fue hasta 1905 cuando un psicólogo francés, Alfred Bidet, publicó su primera batería de pruebas para valorar la inteligencia, un estudio que posteriormente fue revisado y ampliado por él mismo.
El término «cociente intelectual» fue empleado por primera vez en la Universidad de Breslavia por William Stern, en 1912. Su finalidad fue dar nombre a un nuevo método para puntuar los resultados de los primeros test de inteligencia para niños, desarrollados por Alfred Binet y Théodore Simon a principios del siglo XX.
El CI se sigue utilizando actualmente para medir la inteligencia, considerada «algo» que puede medirse por un factor único o global, el «factor g». Por este método, el CI se valora mediante un
número que resulta de la realización de una serie de pruebas estandarizadas para medir las habilidades intelectuales de la persona, en relación con su grupo de edad.
Por convenio, la media del CI ha sido establecida en 100. Así, una persona con un CI de 110 está por encima de la media de las personas de su edad, y si alcanza 130 pertenece al grupo de los
«superdotados». Cuanto más bajo de 100 es el CI, la valoración de la inteligencia de la persona expresa un nivel menor.
En la valoración global del CI, intervienen hasta diez factores:
- Información general.
- Comprensión verbal.
- Memoria.
- Matemáticas.
- Semejanzas.
- Vocabulario.
- Cubos.
- Códigos.
- Ensamblaje de objetos.
- Clasificación de imágenes.
Con el tiempo, la valoración de un individuo de acuerdo con su CI ha demostrado ser claramente ineficaz. Son innumerables los ejemplos de personas con un brillante currículo, basado en sus
elevados valores de CI que han protagonizado fracasos manifiestos en su vida personal, profesional, económica o social.
Inteligencias múltiples
El fracaso del CI motivó la búsqueda de nuevas perspectivas. Un famoso psicólogo, Howard Gardner, propuso un nuevo modelo en 1990. Defendió la idea de que la inteligencia no debe entenderse como algo unitario o globalizador, sino que agrupa diferentes capacidades específicas, que componen un conjunto que él denominó «inteligencias múltiples».
Estas inteligencias múltiples son distintas e independientes entre sí, y su diferenciación crea un potencial de aprendizaje y creatividad muy superior al existente hasta esta fecha. Gardner ha descrito hasta veinticinco tipos de inteligencia, que agrupa en ocho esenciales:
- Lingüística o verbal. Propia de escritores, poetas, comunicadores, políticos, vendedores, maestros, profesores, filósofos, etc.
- Lógico-matemática. La que tradicionalmente se consideraba la esencial. Utilizada por ingenieros, arquitectos, técnicos, químicos, etc.
- Coordinación o destreza corporal. Esencial para deportistas de todo tipo, bailarines, artesanos, y para aquellos cuya profesión les exige tener flexibilidad, velocidad, equilibrio, fuerza, etc.
- Espacial o visual. Propia de pintores, escultores, arquitectos, decoradores y todos aquellos que precisan tener habilidad para dominar el equilibrio entre espacio y materia.
- Musical. Utilizada fundamentalmente por músicos, compositores, productores, bailarines, etc.
- Naturalista. O facilidad de comunicación con la naturaleza.
- Intrapersonal. Esta inteligencia tiene que ver con capacidades introspectivas y auto-reflexivas. Esto se refiere a tener una profunda comprensión del yo; cuáles son las fortalezas o debilidades de uno, qué lo hace único, poder predecir las propias reacciones o emociones.
- Interpersonal. Entendida como la capacidad humana para resolver problemas relacionados con las emociones. En esencia, permite el entendimiento con uno mismo y con los demás. Gardner ha comparado esto con la inteligencia emocional de Goleman.
Esta última inteligencia ha sido escasamente valorada hasta hace poco tiempo, pero ha demostrado ser esencial para mantener el equilibrio físico y psicológico y para lograr los objetivos personales, económicos, laborales y sociales.
Basándonos en esta realidad, parece absurdo insistir en que todas las personas aprendan de la misma manera. El estudio de una determinada materia debería presentarse teniendo en cuenta las capacidades de aprendizaje de cada individuo, aprovechando sus puntos fuertes (lingüísticos, visuales, musicales, corporales, matemáticos, etc.), como hace la programación neurolingüística o PNL.
Quizá deberíamos plantearnos sí no sería más adecuado, desde los primeros años de aprendizaje, proporcionar una educación centrada en sólo dos o tres tipos de las «nuevas inteligencias», seleccionadas en función de los potenciales de cada persona, en lugar de diversificarlas, sin dominar ninguna, a fin de prepararnos mejor para vivir en un mundo cada vez más competitivo, especializado y complejo.
De hecho, los ejemplos en este sentido son innumerables: músicos con conocimientos escasos en las «otras inteligencias» y brillantes en inteligencia musical; pintores con una extraordinaria inteligencia visual, casi en exclusiva; deportistas, grandes ídolos y triunfadores, que «sólo» son brillantes en coordinación y destreza corporal.
Inteligencia emocional. El «gran descubrimiento»
Tras aceptar la idea de las inteligencias múltiples, uno de los «descubrimientos» más significativos ha sido la inteligencia emocional.
Las emociones han estado presentes en el ser humano desde sus orígenes; sin embargo, han sido las grandes olvidadas o, por lo menos, poco valoradas. Su descubrimiento como un factor importante para incrementar las posibilidades de aprendizaje es muy reciente. Aristóteles ofrecía una definición de inteligencia emocional que todavía hoy no hemos sabido superar:
«Cualquiera puede enfadarse, pero enfadarse
con la persona adecuada, en el grado exacto, en el
momento oportuno, con el propósito justo y del modo
correcto no está al alcance de cualquiera».
Aristóteles, en Etica a Nicómaco
Desde que en la última década del pasado siglo XX, los psicólogos estadounidenses Howard Gardner y Daniel Goleman redescubrieron la inteligencia emocional, numerosos estudios posteriores han destacado su importancia y cómo puede condicionar nuestras vidas. Hoy en día, despierta un interés creciente por las enormes ventajas que aporta a la persona, tanto en su vida privada como en la pública, la laboral y la social
Comentarios