A partir de la década de los noventa, en Latinoamérica; la política educativa se centró en incorporar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en las instituciones educativas. El modelo hegemónico consistió, básicamente, en la compra de varias computadoras personales de última generación para cada una de aquellas. Pero estas instituciones, ¿estaban a la altura de los tiempos digitales en vigencia? ¿Qué ocurrió con esas computadoras? Como señalan Narodowski, Nonas y Manolakis (2002), las actividades educativas, en general, se limitan a ir al laboratorio de informática. Una o dos veces por semana, los alumnos asisten a las clases de computación. Y, a pesar de la modernidad que se respira en la escuela, a pesar de que muchos de los educadores se sienten aliviados porque entienden que así preparan a los trabajadores del siglo XXI, la existencia de un laboratorio de informática en un centro educativo no garantiza el acceso a las nuevas tecnologías. Si la escuela se llena de computadoras sin una visión estratégica de su inclusión, la vieja tecnología de transmisión de saberes no podrá incorporar los avances tecnológicos recientes.
Es posible afirmar que la escuela ha demostrado una enorme capacidad de metabolizar las innovaciones que derivan en nuevas tecnologías y de escolarizarlas de acuerdo con la dinámica emergente que le es propia. Así, una vez más la institución escolar pone en marcha el sistema inmunoiógico, con el fin de digerir y asimilar aquello que le es ajeno. En este sentido, diversas investigaciones (Narodowski y Gvirtz, 1998) han mostrado que ni los libros de texto, ni los cuadernos de clase han escapado de esta lógica de absorción de lo nuevo, que permitió a la educación mantener su configuración por los últimos tres siglos.
Las nuevas tecnologías ocupan, un lugar fundamental como estrategia de mejoramiento escolar, siempre y cuando su implementación responda a criterios pedagógicos y didácticos claros, atraviese las situaciones de enseñanza y aprendizaje reales, y no se convierta en una innovación en sí misma, desarticulada del resto de las actividades escolares, en un como si tendiente a modernizar la escuela (8urbule5 y Callister, 2001). En este sentido, las nuevas tecnologías cumplen tres funciones fundamentales dentro de las instituciones escolares:
1.- Se convierten en herramientas para ser utilizadas en las áreas curriculares. Se transforman en un instrumento didáctico más, aprovechando sus potencialidades específicas y combinándolas con todas las herramientas disponibles para favorecer los procesos de enseñanza-aprendizaje. En este caso, la estructura curricuiar entiende que la computadora es un medio, y no un fin en sí mismo.
2.- Forman usuarios críticos e inteligentes, capaces de discernir lo relevante de lo superfluo, que pueden transferir esa formación adquirida en la escuela a su vida cotidiana y a su futuro.
3.- Forman a los sujetos en competencias cognitivas, si se les enseña a convertirse en usuarios activos, y no, en meros consumidores o ejecutores de lo que fue diseñado por otros. Para producir competencias cognitivas en nuestros alumnos, así como conocimientos válidos para enfrentar nuevas situaciones y resolver problemas, ellos deben poder cuestionar lo que se les dice, examinar la nueva información en relación con otras para construir así nuevas estructuras de conocimiento.
Se propone entonces, la inclusión de las nuevas tecnologías para favorecer una cultura del pensamiento: “Cultura que no emerge automáticamente por esa mera inclusión, pero que sí podría verse favorecida por una didáctica donde prevalezca la coherencia entre aquello que se enseña y cómo se lo enseña, más allá del nuevo artefacto que se utilice» (Litwin, 1997: 124)
En este sentido, las nuevas tecnologías no son en sí mismas innovaciones didácticas, sino apenas un medio más para el trabajo pedagógico. La incorporación de las nuevas tecnologías como herramientas de mejoramiento de calidad dependerá de una propuesta didáctica que las incluya, de las formas de organización de la clase escolar, de los objetivos planteados, de los contenidos dispuestos a ser trabajados y del contexto en el que el proyecto tiene lugar. Se trata de pensar en una organización diferente, en !a que la utilización de las nuevas tecnologías de la comunicación aparezca como natural y necesaria, agregando alternativas que, a través de otro medio, no serían factibles (Landau, 1997).
La tecnología, así entendida, no es la causa del cambio, sino un instrumento que puede ser usado como agente de cambio.
En definitiva, las nuevas tecnologías en sí mismas no garantizan calidad, pero sí están bien utilizadas, cumplen un rol fundamental para lograr una formación de calidad de las generaciones futuras. En América Latina, su adecuada incorporación constituye un aporte especialmente relevante, porque una educación de calidad con equidad es aún una asignatura pendiente.
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