En un contexto donde las tecnologías digitales redefinen los entornos de enseñanza-aprendizaje, integrar redes sociales como Instagram en el ámbito educativo se ha vuelto no solo posible, sino pertinente. Esta plataforma, originalmente concebida para compartir imágenes y videos, puede ser utilizada como un recurso didáctico poderoso, capaz de conectar contenidos escolares con el entorno social y cultural del estudiante. En especial, resulta eficaz con adolescentes y jóvenes, quienes ya la utilizan cotidianamente, lo que permite reducir la brecha entre la escuela y la vida real.
Instagram permite desarrollar competencias comunicativas, creativas, digitales y críticas, si su uso está mediado por intenciones pedagógicas claras. Por ejemplo, los docentes pueden crear cuentas temáticas donde se compartan infografías, cápsulas de contenido, relatos visuales, desafíos colaborativos, cápsulas reflexivas o incluso microlecciones en formato de Reels. Estas estrategias estimulan la participación activa del alumnado, el pensamiento visual y la apropiación significativa del conocimiento, permitiendo que los estudiantes no solo consuman, sino que produzcan contenido.
El enfoque pedagógico debe estar centrado en el aprendizaje activo, el pensamiento crítico y el respeto ético. El uso educativo de Instagram debe evitar la trivialización y promover la profundidad en el tratamiento de los temas, lo que exige al docente ejercer un rol de guía, curador y mediador. Así, el maestro deja de ser un transmisor de contenidos para convertirse en un generador de experiencias educativas inmersivas y conectadas con el mundo digital de los estudiantes.
Según Greenhow & Lewin (2016), las redes sociales permiten “aprender en red”, una forma de aprendizaje distribuido y social que fomenta la autonomía, la colaboración y la construcción colectiva del conocimiento. En este sentido, Instagram puede ser una plataforma para que los estudiantes dialoguen sobre temas relevantes, compartan sus proyectos, documenten sus procesos de aprendizaje o reflexionen públicamente sobre problemáticas sociales desde una perspectiva crítica.
Es fundamental también formar a los estudiantes en ciudadanía digital, ética en la publicación de contenidos, respeto a la propiedad intelectual y pensamiento responsable en redes. Esto convierte el aula en un espacio no solo de saber, sino también de formación para la vida en la sociedad digital. Como advierte Jenkins (2009), “la cultura participativa necesita una educación participativa”, donde los jóvenes no solo usen tecnologías, sino que comprendan sus implicaciones culturales, políticas y pedagógicas.
Usar Instagram en la enseñanza no significa reemplazar lo académico por lo superficial, sino ampliar los lenguajes del aprendizaje, explorar nuevas formas de narrar el conocimiento y empoderar a los estudiantes como sujetos activos en su formación. La clave está en la intención pedagógica, el diseño didáctico y la reflexión constante sobre el uso de estas herramientas en favor de una educación crítica, creativa y pertinente.
Bibliografía:
Greenhow, C., & Lewin, C. (2016). Social media and education: Reconceptualizing the boundaries of formal and informal learning. Learning, Media and Technology, 41(1), 6-30.
Jenkins, H. (2009). Confronting the Challenges of Participatory Culture: Media Education for the 21st Century. The MIT Press.
