Cada vez me convenzo más que «ponernos en el lugar de otro» es un principio de vida trascendental y hoy necesitamos a gritos en Bolivia. Si lo hiciéramos, entenderíamos el por qué de muchas de nuestras reacciones, pensamientos y acciones. Aprenderíamos a ser respetuosos de las diferencias, por el simple hecho de que si queremos que se respete nuestra manera de pensar y de ver la vida, tenemos que empezar por respetar las posiciones de los demás. Y hasta descubriríamos, quizás con sorpresa, que coincidimos en muchos aspectos.
Fernando Savater en su obra «Ética para Amador» en el capítulo séptimo, nos narra sobre Robinson Crusoe, cuando éste encuentra las huellas de Viernes (un canibal) en la playa. Ya no era Robinson solo contra las bestias y los elementos, de los que había sobrevivido “de cualquier modo”. Había allí un ser humano, al que debía enfrentar, pero no “de cualquier modo”, por el mero hecho de que era un ser humano. Savater nos dice que tratar a las personas como personas, consiste en intentar ponerse en su lugar. “La posibilidad de comprenderle desde dentro, de adoptar por un momento su propio punto de vista”. Y el ejemplo de Robinson Crusoe viene como anillo al dedo, porque es imposible pensar en dos seres más distintos que Robinson y Viernes: un europeo del siglo XVII, y un caníbal de los mares del sur.
Lo cierto es que la gran mayoría de los bolivianos hemos demostrado que pese a nuestras diferencias, deseamos vivir en paz, por lo que tiene mayor sentido que nos tratemos como seres humanos. Es terrible deshumanizar nuestro trato por cuestión de ideologías, que debían haber permanecido en el plano de las ideologías, y jamás haberse convertido en fundamento de división del país. Dice Savater que si repartimos enemistad a troche y moche, aunque sea de manera disimulada, recibiremos a cambio más enemistad.
Nuestro país necesita reencontrarse. La espiral del odio se incrementó de manera considerable. El odio es una culebra, y las culebras se matan cortándoles la cabeza. Por eso hay que ponerle fin a la intolerancia que se ha apoderado de nuestras mentes, de nuestras emociones, y hasta de nuestros sueños.
Porque la conciencia de nuestra cualidad de seres humanos, a pesar de las muy reales y patentes diferencias que tenemos como individuos, no es otra cosa que percatarnos de que hay algo de todos en cada uno de nosotros.
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